Su vestidito naranja
sus manitas
sus ocho vientres
su piel de arena
su sangre amarga
y su pelo azul
Ojalá ojalá
esas fueran sus rarezas
digo, fueran las únicas
y no hubiese otras tantas
como decir
su capacidad de no entender nada
de hacerse la que te ama
de fingirte si estás flotando
qué capacidad loca
para reírse desde el intestino
para vomitar todos los domingos
para sembrar mariposas en el mar
para ponerle sobrenombre a las fantasías
y beberse todo el llanto
de los demás
(de creer en los demás
de ser a veces los demás)
De ser casi todos los días.
De venir y sentarse a dormir.
Agradecimiento: Estas palabras arriba escritas corresponden a la pluma de Ori. Debo decir (sobre todo a ella), que se han ido acomodando en mi cabeza para conformar un episodio único: La reconstrucción, pieza por pieza, de aquella mujer que se me había caído de las manos. Acaso, una que recupero después de estas líneas. Limpia, intacta. Vuelve hoy. Oriana la trajo… Y este es mi diminuto modo de agradecerle.